diumenge, 18 de setembre del 2016

"Operación Cataluña"

Cataluña es la única oposición real al gobierno de neofranquistas corruptos que está destrozando el país. Los demás, sobre todo los partidos españoles, lo intentan, pero no lo consiguen por razones de dominio público: fraccionamiento, malas relaciones y desconfianzas entre ellos, difícil aritmética parlamentaria, bisoñez y narcisismo de sus líderes.

Lo único que pone realmente nervioso al gobierno es el proceso independentista catalán; es Cataluña. A los partidos españoles no se los toma muy en serio. A Cataluña, sí. Por eso está volcado en boicotear el proceso catalán, aunque, como siempre, sin saber por dónde empezar y poniéndose en ridículo una y otra vez. El diputado del PDC, Francesc Homs, en rueda de prensa ayer previa a su comparecencia ante el Supremo por la votación del 9N, ha denunciado una "operación Cataluña" desde las cloacas del Estado. Aquella votación fue la que el genio del Sobresueldos decía que era como una rifa en una verbena de pueblo y que no tendría consecuencias jurídicas. Las cloacas del Estado coinciden al milímetro con el ministerio del Interior en donde últimamente se cocinan las mayores pifias de ese ministro que parece un chiste con su rostro compungido de cagacirios y sus once mil vírgenes. Ayer mismo también, Miguel Ángel Aguilar denunciaba en Ahora que que una especie de estafador internacional ha timado un millón y medio de euros de nuestro dinero al tal ministro a cambio de una información sobre supuestas cuentas secretas del ex-alcalde nacionalista barcelonés Trias. El fin era involucrarlo en un escándalo para destruir su carrera política. Le ayudaban en tan sucia maniobra dos o tres de esos periodistas caninos siempre dispuestos a morder a la voz de su amo a cambio de un estipendio. Porque la información resultó ser falsa. O sea:

a) el ministro se dedica, aparentemente, a fabricar pruebas falsas contra sus adversarios políticos;
b) lo hace malversando fondos públicos y, encima, lo engañan;
c) además de un presunto delincuente, es un imbécil, un imbécil despilfarrador;
d) ahora, Trias se ha querellado contra el tal ministro y sus secuaces y, claro, los costes de la defensa de estos indefendibles sin duda los pagaremos los contribuyentes;
e) por lo menos, que pague el millón y medio de euros del toco-mocho de su bolsillo.

No hay día en que esta banda de mangantes no se pringue en algún latrocinio nuevo ni dé motivos de risa por su ridículo comportamiento. No hay día en que no se vea que, en lugar de perseguir a los delincuentes, estos ineptos persiguen a los ciudadanos honrados.

Son los mismos a los que hace unas fechas grabaron en una conversación en la que el interlocutor del ministro le decía que han "destruido el sistema de salud catalán" y el tal ministro no lo hacía detener de inmediato sino que se mostraba complacido y sugería mover también al Fiscal General porque, según dio a entender, este hace lo que él quiere. Realmente es atroz que el ministro del Interior persiga a los ciudadanos que no le gustan o que opinan algo distinto de las cuatro devotas melonadas del ministro. Es absolutamente atroz. Con este orate fanático en el ministerio, nadie puede estar seguro de que mañana no le fabriquen las pruebas para acusarlo de la muerte de Manolete.

Todo en este desgobierno presidido por un verdadero truhán está dirigido a machacar a la gente, a mentir y continuar con sus actividades de saqueo. Especialmente a los indepes catalanes, con lo cual lo único que hace es fabricar más indepes catalanes. La reforma de la Ley del Tribunal Constitucional va dirigida específicamente contra Cataluña y la querella contra Homs y los demás acusados, pero no aforados, Mas, Rigau y Ortega, también. Es un intento de amedrentar a los indepes, agitando el espantajo de unas condenas penales. Al mismo tiempo, en las cenáculos en que vierten habitualmente sus despropósitos, estos cómicos personajes, que parecen sacados de películas de mafia de risa, admiten que no pueden llevar la acción judicial muy lejos tampoco contra Carme Forcadell por temor a la reacción de la calle.

Es decir, además de corruptos e imbéciles, cobardes.